En su reciente artículo para Forbes Colombia, Jaime Alberto Leal Afanador, rector de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), plantea una preocupación que atraviesa hoy a buena parte del mundo laboral: la degradación progresiva de distintas profesiones por falta de rigor, ausencia de controles y una creciente banalización del mérito.
Leal parte de una aclaración fundamental: ser profesional no depende únicamente de un título universitario, sino del dominio ético y técnico de una actividad.
Puede ser un estilista, un chef empírico, un parrillero o un lustrabotas. Todos ellos, afirma, “se dedican a conocer en detalle su actividad, sus técnicas y las mejores formas para hacer su trabajo”.
Pero el problema, advierte, surge cuando la profesionalización se vacía de contenido y se convierte en una etiqueta sin sustento. Desde su mirada, la pérdida de valor atraviesa múltiples oficios y sectores.
Profesiones en alerta
En su texto, Leal señala ejemplos concretos donde identifica esta degradación:
- Lo “ejecutivo”, antes asociado a la toma de decisiones y responsabilidades directivas, hoy reducido a un adjetivo comercial para casi cualquier servicio.
- Creadores de contenido e influencers, que —sin mayor preparación o responsabilidad— se autodenominan profesionales de la comunicación mientras difunden información de dudosa calidad.
- Líderes sociales, figura históricamente ligada a la defensa de la vida y causas comunitarias, pero apropiada por actores sin coherencia ética o incluso con prácticas ilegales.
- Futbolistas, que en lugar de honrar el espíritu deportivo, “cultivan la retina de los espectadores con simulaciones y shows de engaño”.
- Docentes, que en algunos casos han renunciado a su rol formativo para delegarlo en la tecnología o repetir contenidos sin actualización.
- Coachs o mentores, que creen que leer un libro de autoayuda los habilita a orientar decisiones sensibles.
- Periodistas empíricos, avalados por una legislación permisiva que permite que cualquiera con micrófono o red social se autoproclame comunicador social.
En todos los casos, el rector apunta a un eje común: el uso irresponsable del título “profesional” sin respaldo ético ni técnico.
"La responsabilidad no es solo de quienes ejercen sin formación"
Leal también interpela al sistema y a la sociedad. En una de las frases más claras de su columna afirma:
“La degradación de ciertas profesiones se da cuando se permite que personas que se presentan como profesionales en una actividad, no tienen los méritos para ello o su conducta profesional dista de los estándares del buen servicio, la ética y la calidad de lo que hacen.”
Para él, el deterioro no proviene únicamente de quienes ocupan roles sin preparación, sino también de:
- Asociaciones profesionales que no ejercen controles rigurosos;
- Legislaciones laxas que habilitan el uso de títulos sin formación pertinente;
- Una ciudadanía que consume sin criterio, amplificando voces sin responsabilidad ni sustento profesional.
Recuperar el sentido profundo de lo profesional
El rector concluye con un llamado a la responsabilidad colectiva. La recuperación del valor de las profesiones, asegura, no depende solo de reformas institucionales, sino de una ciudadanía exigente, informada y capaz de distinguir entre el mérito real y el disfraz del profesionalismo superficial.
Su mensaje final resume todo su planteo: “Sólo una comunidad crítica puede regresar las profesiones a su verdadero espíritu.”
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